Hay lugares que poseen tanta fuerza que son capaces de trasladarte a otro tiempo envolviéndote en olores, sabores y pedazos de historia. Eso mismo le pasó a Miguel de Cervantes en La Mancha hace más de cuatrocientos años. Atrapado por el influjo de una tierra mágica y singular, el escritor relata en “El Quijote” el origen de Las Lagunas de Ruidera. Cuenta la leyenda que las siete hijas de doña Ruidera fueron convertidas en ninfas de agua dulce por el mago Merlín, náyades que permanecerían para siempre entre los hombres, dando lugar a un paraje hermoso y sorprendente.
A 12 kilómetros de este enclave legendario nace el río Guadiana, río caprichoso y enigmático que con sus volubles aguas impregna de personalidad las vides que lo circundan. Precisamente el brazo más largo de donde procede el Guadiana es el río Pinilla, que hunde sus raíces en El Bonillo, situado en el límite entre las provincias de Albacete y Ciudad Real. Allí se encuentra la finca El Guijoso, de Sánchez Muliterno, que tiene 3.000 hectáreas de terreno, de las cuales unas 100 se dedican a la viña.Las primeras cepas se plantaron en 1985, pero no fue hasta 1990 cuando se vinificaron las primeras uvas de Cabernet Sauvignon. La bodega fue inaugurada en 1993 y en abril de 2005 nació la Denominación de Origen Pago Guijoso. El resultado de este apasionante y ambicioso experimento son unos vinos cargados de fuerza y matices marcados irremediablemente por el carácter de la tierra en la que crece la fruta que les da forma.
A 1.000 metros sobre el nivel del mar y bajo la influencia de un clima continental extremo, las viñas soportan bajísimas temperaturas por la noche que se compensan con un elevado número de horas de sol, lo que permite conseguir una maduración excelente de la uva. El suelo, francoarenoso y formado por guijarros (o “guijos”), también deja su huella indeleble en las vides. Vides que se empapan de los olores de la zona, del tomillo, la jara y la lavanda que crecen en los inmensos campos de los alrededores.
A las características hídricas y climatológicas tan definidas de este paraje se une la filosofía que inspira a Juan Sánchez Muliterno, director de la bodega: elaborar vinos lo más naturales posibles, controlando la maduración de la fruta mediante el stress hídrico y a través de microsensores instalados en las vides. Además, la producción se limita por medio de la poda a muy pocos kilos por cepa para que la uva concentre los sabores y aromas. Aromas y sabores inconfundibles que absorben hasta su último amanecer las cinco variedades cultivadas en El Guijoso: Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Merlot, Syrah, Sauvignon Blanc y Chardonnay.
No es de extrañar que de una tierra magnética nazcan vinos tan sugerentes como el Vega Guijoso 2007, un tinto con base de Merlot (58%), acompañado de Cabernet Sauvignon (26%) y Tempranillo (16%). Criado en barrica de roble francés Allier durante 12 meses, estamos ante un vino sorprendentemente evocador. Su color es rojo rubí con ribetes púrpura, vivo, brillante y muy atractivo. Con un aroma intenso a frutos rojos, embriagador, invita a beberlo muy despacio, saboreando cada gota. Distinguimos con facilidad el olor de la frambuesa, la grosella, la mora y la baya. Sensaciones que se funden con notas de zarzamora y ciruela. También tiene rasgos aromáticos que nos recuerdan a mermelada, a monte bajo y a especias suaves. En el paso por boca descubrimos un vino fresco, goloso, muy suave y sedoso, envuelto en un torbellino de frutas que fluyen con facilidad durante todo su recorrido. El final es redondo, sorprendentemente persistente y, sobre todo, muy jugoso.
Después de haber paladeado una copa de este vino ya no quedan dudas. Disfrutar de un Vega Guijoso 2007 en una tarde de verano acompañado de un buen queso manchego es la mejor forma de sumergirse en los brazos de una tierra caprichosa, entre las sombras de héroes deseosos de libertad, diosas con cuerpo de agua y hasta un río con ojos huidizos. Con el último aroma, siempre te quedarán ganas de más.
Esta Cronica la ha escrito nuestra compañera y colaboradora Laura López Altares