Comer insectos es algo que, al menos de momento, a esta periodista le queda lejos. Acostumbrados a consumir y proclamar la mejor de las dietas, aquella que consideramos nuestra y que no es otra que la mediterránea, resulta cuanto menos chocante contemplar la fauna invertebrada como alternativa en el menú.
Sin embargo, avocados como estamos al desgaste del planeta, a la explotación de sus recursos y a la continua investigación con la que subsanar los desaguisados humanos en la madre Tierra, convendría reflexionar (en mi caso confieso que con cierta repugnancia) si no se hallará en la entomología el futuro de la cocina universal.Si resulta cierto el dato de que de cada diez animales, ocho son insectos, no parece descabellado que el ser humano, goloso y caprichón, quiera aprovecharse de semejante recurso, por fobias y desagrados que suscite en el lado occidental. Y es que razones para considerar la entomofagia como alternativa gastronómica, lo que se dice hallar, hallamos.
Su calidad nutricional resulta indiscutible. Los insectos son fuente de calcio, vitamina B y proteínas, fundamentalmente; alrededor del 75% de la carne de cada pieza es proteica.
Dispuestas estas cualidades sobre la mesa, incluir en la alimentación el consumo de insectos va adquiriendo cierto peso. Pero el quid de la cuestión no pasa tanto por sus propiedades nutritivas como por la aceptación del alimento. Un producto de raíces de profundas y variadas, que remiten directamente a la Biblia y cuya preferencia o aversión comporta factores psicológicos. Es decir, que de hábito, cultura y costumbre alimentaria es de lo que hablamos.
En Méjico, uno de los países con tradición en el asunto, no sólo los consumen por placer sino que existe la creencia de que su ingesta proporciona beneficios frente a enfermedades digestivas, respiratorias y óseas, entre muchas otras. Thailandia, Zambia, Japón o Australia son otros puntos del planeta donde la costumbre entomofagica responde a la tradición.
Existen cerca de 1.500 especies registradas. Chinches, pulgones, gusanos, hormigas y escarabajos son los más demandados. Por lo que no es extraño que la Unión Europea los haya incluido en el listado de nuevos alimentos. Así que por si las moscas, cuyo valor nutritivo desconozco, no estaría mal que aparcásemos aspavientos y convicciones para replantearnos este tipo de alimento como una nueva forma de alimentación, la cual, presumiblemente, va a ir ocupando hueco en el mercado.
Nuria Blanco
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