Carlos Falcó invita a su finca a un grupo de estudiantes de Periodismo Gastronómico
¿A quién no le gustaría vivir como un marqués por un día? Veintidós alumnos del Curso de Experto en Periodismo Gastronómico y Nutricional de la Universidad Complutense, tuvieron la oportunidad de disfrutar de esta experiencia. El pasado sábado, 27 de febrero, recorrieron la masía de Carlos Falcó, el Marqués de Griñón, como invitados especiales. Esta visita, guiada por el mismísimo marqués e hija, Xandra Falcó, tuvo dos protagonistas indiscutibles, de increíble aroma y mejor sabor: el vino y el aceite.
Carlos Falcó, ingeniero agrónomo, ha sido uno de los pioneros en la modernización de la viticultura y el vino en España. Su espíritu rebelde, valiente e inconformista, y su insaciable sed de mejorar, le han dado las herramientas para extraer brillantes e innovadoras ideas de su experiencia en el extranjero. Tras terminar la carrera en la Universidad de Lovaina (Bélgica) continuó su formación en California (USA), y también vivió un tiempo en Israel.
De cada uno de estos países se trajo a España algún método o técnica nueva, como: el riego por goteo, el “estrés hídrico”, el riego subterráneo… Pero sufrió las negativas consecuencias de ser pionero de numerosos avances tecnológicos en el terreno vinícola. Falcó, en más de una ocasión, reconoce que durante años jugó sus cartas al margen de la ley, con un as bajo la manga, poco que perder y todo por ganar. Con los años esta arriesgada apuesta dio sus frutos, sabor a vino y color oro, plata y bronce.
El Marqués de Griñón introdujo en España en 1974 las variedades de uva Cabernet Sauvignon y Merlot, que posteriormente extendió a la Chardonnay, Petit Verdot y Syrah. Los primeros dos vinos fueron: el “Marqués de Griñón” Rueda Superior 1982 blanco, presentado al mercado español en la primavera de 1983; seguido del “Marqués de Griñón” Cabernet Sauvignon 1982 tinto, presentado en Londres en 1986.
El grupo de futuros periodistas gastronómicos paseó por sus extensos terrenos empantanados, bajo un cielo encapotado que amenazaba con la tormenta perfecta y fueron testigos de un paraje singular. Tanto padre como hija se mostraron cercanos y atentos a las peticiones y preguntas de sus invitados, como buenos anfitriones. Estos expertos vinícolas acercaron a los estudiantes el complejo y fascinante mundo del vino, informándoles sobre el origen de los viñedos, los métodos de regadío israelíes, la gran utilidad de los dendómetros (que miden la diferencia de diámetro del tronco entre día y noche), los dos sistemas empleados para la cosecha de las viñas: lira y espaldera… Y como guinda hablaron de la nueva viticultura “Graziano”, directamente relacionada con el mundo biodinámico que dentro de dos años dará luz a su primer vino.
“Todo experto en vinos finos es aficionado a la botánica” aseguró el Marqués con una sonrisa de culpabilidad, mientras se adentraban en el jardín con olor a romero y tomillo. Un breve recorrido por la naturaleza que finalizó en la gran bodega de tenue luz, donde almacenan unas mil quinientas barricas de roble, de no más de seis años, por el valor de setecientos euros/unidad. El olor a madera se impregnaba en la ropa, la cantidad ingente de vino era inimaginable, y el conjunto de barricas apiladas invita a imaginar la calidad del producto aún por finalizar. Tiempo, paciencia y cariño, tres cualidades necesarios para la producción de un vino de calidad, que también se pueden aplicar a la vida misma, si quieres estar orgulloso de tu producto.
El aceite, uno de los productos más típicos de la dieta mediterránea, también tuvo un lugar importante en este día en el caserón del Marqués. La cata de aceites fue toda una fiesta de sensaciones organolépticas. Iniciaron con un “Abbae Queiles de Navarra”, con una mezcla aromática entre las que distinguieron olores a tomate verde, plátano, papaya y almendra. Continuaron con un aceite más opaco, no filtrado, con un toque mentolado y a nuez, llamado “Dauro”. El “Marqués de Griñón”, aceite de la casa, recibió críticas polarizadas según si gustaba o no que diera un intenso picor de garganta. Finalizaron con el “Marqués de Valdueza” que recordaba a tomate maduro con un toque a manzana y almendra.
Como colofón, todos los invitados, hasta la celíaca y la que no toleraba la proteína animal, se pusieron las botas, ésta vez en sentido metafórica, con el humilde festín de despedida y así concluyeron, de un modo redondo, una visita muy enriquecedora y deliciosa en todos y para todos los sentidos. El hechizo se rompió a las cinco de la tarde, cuando todos subieron al autobús que les trasladó de vuelta a la realidad pero, tras haber sido ¡marqueses por un día!
Esther Elkouss Coronas